jueves, 27 de octubre de 2011

Ángel y demonio

Resulta desconcertante y descorazonador empezar a escribir estas líneas, sabiendo de lo acontecido en Malasia este fin de semana pasado. Es mentalmente imposible asumir en este momento esta desgracia. Hace justo dos años estaba en Estoril animando a Simoncelli, el piloto que, en aquel entonces captaba más mi atención por su manera tan bestia pilotar en la categoría de 250cc. Estaba peleando por el mundial, defendiendo el título conseguido en 2008, un magnífico año de luchas espectaculares con Álvaro Bautista, y también de polémicas, dicho sea. Su agresividad estaba constantemente en tela de juicio, hasta el punto de ser severamente advertido por dirección de carrera en varias ocasiones. Esta cruz le acompañó siempre. Pero yo siempre, siempre supe que el gran problema de Marco hasta el fin de sus días fue su impulsividad. Nunca supo controlar ese defecto, por ello se ganó tantos enemigos dentro de la pista. Todo lo contrario que fuera de ella, según dicen los que le conocían, era un tío risueño, afable, muy educado, y siempre sencillo. No puedo dar mi opinión personal, solo trasladar aquí lo que han dicho personas que han convivido con el joven piloto de Coriano durante estos años en el paddock.

Paradojas de la vida, el destino ha querido quitarnos a "super pippo" en el mismo circuíto donde él vivió absoluta gloria proclamandose campeón del mundo de 250cc hace tres temporadas. Un momento cumbre en la carrera deportiva de todo piloto, y que él celebró con toda su familia en el circuito malayo.



Pero no hay más paradoja en todo esto, que uno de los mejores amigos de Marco, el mismísimo Rossi, haya sido víctima de la crueldad que nos ofrece a veces este fantástico deporte, siendo junto con Colin Edwards los pilotos implicados en ese desgarrador incidente que, segó la vida de un chico de tan solo 24 años, el cual su gran objetivo era batir a su gran amigo Valentino sobre la pista, ya que tenían un gran pique personal. Ambos pasaron muchos días, muchas tardes juntos practicando motocross, otra de las grandes pasiones de estos dos inseparables amigos. Eran confidentes en los GGPP, eran y se trataban como hermanos, y lo seguirán siendo, aún cuando sus vidas se han disgregado, con una sola culpable de por medio, la mala suerte. Es la única a la que le podremos recriminar por siempre, el que nos haya arrebatado a uno de los nuestros. Ahora solo nos queda aplicar en nuestras mentes esa consoladora frase "murió haciendo lo que amaba". Si, es la auténtica realidad, y como dijo su padre, Paolo, seguramente murió por ser un guerrero, por no querer soltar la moto aún cuando ésta ya estaba desgobernada, y con la dirección cerrada. Pero SIC no se rindió en su empeño de pelear con su máquina, siempre lo hizo, nunca se acobardó ante nada, ni nadie, ya desde sus comienzos en minimotos demostró tener algo más que talento, su genio, su actitud -esa tan criticada-, sus ganas de comerse al rival de delante, ese instinto, solo esa valentía le hizo llegar a ser campeón, a ser un ídolo de masas en Italia, siendo el nombrado heredero natural de Rossi. Incongruencias de la vida, no ya no volveremos a ver sus dotes como piloto, ni sus piques con Dovi, con Pedrosa, con Lorenzo, con Bautista, con Barberá, con Stoner, con... con toda la parrilla en definitiva, porque Marco fue peleón insaciable, y asumió esa característica hasta sus últimas consecuencias, concretamente hasta que su corazón decidió apagarse, y con él, la llama que iluminaba al gigantón melenudo de Rímini.



Los cobardes mueren varias veces antes de expirar, el valiente solo una vez prueba la muerte. DEP "SIC". 

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