Si existe la justicia divina, este año ha aparecido en la NBA para colocar a Dallas Mavericks donde quizá ya debería estar. Coronados con un anillo, puesto que durante una década ha estado permanentemente en la élite de la competición. Pero por diversas circunstancias el destino siempre de les ha deparado un fracaso tras otro. Se ha caído una y otra vez, pero a base de casta, de paciencia y de un buen trabajo, han culminado con éxito un proyecto que se comenzó a fraguar desde la llegada de su excéntrico propietario Mark Cuban.
La figura del alemán Dirk Nowitzki en Dallas es demasiado alargada como para que esto acabara sin el ansiado anillo. El que probablemente sea el mejor jugador europeo que ha pisado suelo norteamericano no merecía quedarse sin saborear las mieles del éxito colectivo. Y así poder demostrar que él es un líder, y que sabe hacer mejores a sus compañeros. Que mejor manera de olvidarse de los fantasmas del pasado -finales de 2006- que vencer este año a sus verdugos de hace cinco temporadas, los Miami Heat. Aunque unos Heat muy renovados tras los fichajes de Lebron y Chris Bosh, dicho sea.
Algo realmente congratulante para la competición es ver nuevas franquicias campeonas, un equipo que nunca jamás lo habían logrado con anterioridad siempre es bonito para la imagen de la NBA, muy tocada con todo lo que está pasando con el tema de la negociación del nuevo convenio colectivo, y un más que posible lockout.
Hubo una época donde el destino no fue tan benévolo con esta franquicia. Los años 80 fueron terriblemente duros en cuanto a competitividad. Los texanos realizaron grandiosas temporadas en aquellos días, nunca culminadas con éxitos. En su camino se interpusieron hasta en tres ocasiones la apisonadora de los Lakers. Dos en semifinales y una en final de conferencia. Dieron la cara en todo momento con un poderío anotador desproporcionado frente al dominio angelino. Siempre liderados por el que posteriormente sería un "Bad Boy" con anillos, Mark Aguirre. Sin olvidarnos de otra gran institución como el panameño Rolando Blackman. El cual estuvo en Dallas nada menos que diez temporadas.
Lo que no pudieron lograr los Dick Motta, los Don Nelson, o los Avery Johnson si lo ha conseguido Rick Carlisle en su tercera campaña al frente del enésimo proyecto de Cuban. Que se ha gastado desde que es dueño de los Mavericks casi 1.000 millones de dólares en salarios. Una barbaridad de dinero que de alguna manera ahora puede justificar con el tan ansiado anillo.
Me encantaría destacar en estos campeones a Jason Kidd y Shawn Marion. Dos hombres que han tirado mucho de "oficio" en sus carreras más que como grandes talentos técnicamente. Ambos rozaron la gloria con anterioridad, pero la fortuna le fue esquiva. Ahora, estas mieles que están saboreando estos dos hombres, debería probarlas otro grande entre los grandes, Steve Nash. Así, la justicia habrá sido justa. Esperemos.
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