Cuando hace un par de temporadas Ricky Rubio firmó con el Barça, lo hacía con la firme intención de jugar dos años, y coger las maletas rumbo a América, sin más. Su libre pensamiento estaba en marcharse del DKV directamente hacia la NBA. Pero el conjunto culé pagó aproximadamente unos 3,7 millones de euros para firmar al joven base del El Masnou. El fichaje más caro que se ha visto en el baloncesto español. Una apuesta arriesgada del Barcelona sabiendo que la intención de Ricky era estar el menor tiempo posible jugando para este equipo.
Dos temporadas de glorias colectivas en la que lo ha ganado absolutamente todo. Pero en la opinión pública ha quedado un regusto amargo sobre su nivel mostrado en el equipo blaugrana. Muy poco dominante en defensa, y carente de creatividad en ataque. Dos facetas en las que Ricky desde muy jovencito destacó. Quizá el poder y la competencia dentro de ese vestuario es tan poderosa que Ricky probablemente sintiera que ya no era un líder como si lo fue en su día Badalona.
A pesar de que los éxitos le han llegado a una muy temprana edad, quizá demasiado, nos ha demostrado su increíble inteligencia y madurez para llevar sobre sus espaldas el peso de las críticas y alabanzas. definitivamente se le subió a los altares tras los juegos de pekin, en los que cuajó unas actuaciones impresionantes teniendo en cuenta su inexperiencia. Esas actuaciones llegaron a los ojos de los americanos, los cuales ya veían en ese jovenzuelo que en aquel entonces contaba con 17 años en una futura estrella de la NBA. Porque no era ni mucho menos normal ver a un adolescente jugar 30 minutos en una final olímpica frente a la todo poderosa selección de USA. Ricky brilló con luz propia aquel 24 de agosto, en ese encuentro, Aíto sacaría a su pupilo en el quinteto titular, puesto que una inoportuna lesión de José Manuel Calderón le causaría baja para enfrentarse a los norteamericanos. El joven base no tuvo miedo en ningún momento ante tal magnitud de partido, y dirigió con maestría y desparpajo a nuestra selección. Perdimos, pero parte de culpa de que hiciésemos una final memorable fue de Ricky. Demostró al mundo entero que era un genio, no una simple promesa. Los estadounidenses dieron buena cuenta de ello.
Una vez habiendo ganado todo en el viejo continente, ha decidido hacer valer su cláusula, y salirse del contrato para irse rumbo Minnesota, la franquicia que lo seleccionó en el Draft de 2009. No llega en su mejor momento de juego. Sobre él pesan muchas críticas por su bajo rendimiento en Barcelona. Llegando incluso a perder la titularidad y la responsabilidad de dirigir al equipo en momentos claves en favor de Víctor Sada. Pero todo esto es fácil de olvidar sabiendo la edad que tiene. Este deporte, como otros muchos, se vive de sensaciones, de confianza en uno mismo más que de talento. Son periodos cíclicos, sumidos en una montaña rusa. Hoy estás en la cima, mañana estás en caída libre. Así funciona esto, y jóvenes como Ricky Rubio están obligados a asumir que hay que vivir con las críticas recibidas, y transformarlas en motivación, algo que seguro no le va a faltar para triunfar con los Timberwolves. Y más viendo que sus Wolves han elegido en el Draft a uno de los grandes nombres de esta generación como es Derrick Williams, un poderoso alero, con muchísima calidad, y que presume de ser un dominador en los momentos decisivos de los encuentros. Uno de los escasos chicos a los que se le ha colgado el cartel de futura estrella de esta hornada de jugadores.
Detrás de esa cara angelical, se encuentra un chico con una ambición y un carácter ganador salvaje, dulcificado estos dos últimos años, pero sabiendo que volverá a ser el que era. Gustará en la NBA, por desparpajo, por ser muy disciplinado, y porque "el talento -parafraseando a Manel Comas- no se compra en una farmacia". Y Ricky talento tiene para aburrir. Mejor dicho, para divertir. Triunfará.